Investigadores de Harvard descubrieron que nuestras mentes tienden a distraerse de lo que se supone que debemos estar haciendo un increíble 47% del tiempo. Y nos hace infelices. Esto significa, sin incluir el tiempo para dormir, que acumulamos casi ocho horas al día de «no estar presentes”. ¡Es como un trabajo a jornada completa!
Es por esto que tenemos que traer la mente a casa con la práctica de la meditación.
Sogyal Rimpoché ha dicho que aprender a meditar es el regalo más grande de bondad que podemos hacernos a nosotros mismos. Tenemos la oportunidad de ver cómo funciona nuestra mente. La meditación significa “familiarizarnos”, y a dejar la mente en paz, a relajarnos en el momento presente, y descubrir gradualmente el estado de no-distracción. Aprendemos a no ser críticos hacia nosotros mismos cada vez que nuestra mente divaga o cae en un estado de pensamiento insensato o desagradable. Lo bello es que establecemos una relación diferente con nuestros pensamientos: una en el que no los reprimimos, no nos convertimos en sus esclavos, y, sobre todo, no nos identificamos con ellos.
A medida que practicamos la meditación, puede que nos demos cuenta de forma bastante natural que no tenemos que seguir protegiéndonos, no hay razón para sentirse inseguro o temeroso, y no hay nada que nos impida ser compasivos. Cuando estamos en contacto con quien somos, podemos estar en contacto con los demás.
Con este tipo de enfoque y de atención podemos desarrollar nuestra capacidad natural de calidez de corazón y preocupación sincera por los demás. Podemos meditar en el amor, la compasión, la alegría o la ecuanimidad. Tomemos la meditación sobre el amor o la bondad amorosa; “amistad incondicional”.
Aquí usamos imágenes mentales, o frases repetidas en la mente, para contactar y aumentar nuestra capacidad para amar, que es el deseo de traer la felicidad y sus causas, para nosotros mismos y para los demás. Frases como: “Que estés seguro; que seas feliz; que estés sano; que vivas con paz…” Este es un método poderoso, que resulta particularmente útil cuando lo dirigimos hacia nosotros mismos. “Que yo esté bien; que yo sea feliz.” Imaginemos que nos abrimos a recibir amor.
De hecho la auto-compasión; la bondad, la comprensión y la aceptación dirigida a nosotros mismos, es inmensamente importante para nosotros hoy en día, cuando sentimos que no merecemos ser felices, o nos sentimos solos e inseguros, o empleamos nuestro talento para ser extremadamente críticos con nosotros mismos. También nos ayuda a no sentirnos abrumados cuando nos encontramos con el sufrimiento de otros, o cuando utilizamos la compasión por los demás como una forma de escapar o ignorar nuestra propia infelicidad. Descubrir el amor y la compasión por los demás es mucho más fácil cuando lo hemos encontrado por nosotros mismos.
Cuando llegamos a cultivar la compasión por los demás, nos centramos en un ser querido: alguien por quien sentimos cariño o gratitud; alguien que asociamos de forma espontánea en nuestro corazón con sentimientos de amor; alguien que está sufriendo. Los sentimientos naturales que estamos acostumbrados a sentir por breves momentos los nutrimos durante veinte minutos o media hora. Despertamos un fuerte sentimiento de deseo de que sean libres del sufrimiento, del dolor, de la angustia, de la ansiedad, y de sus causas. Empezando con aquellos a quienes amamos, ampliamos ese sentimiento y dirigimos nuestra compasión hacia las personas que son progresivamente más distantes o problemáticas. Así que nos imaginamos enviando compasión a nuestros seres queridos en primer lugar, a continuación, a los amigos, los miembros de nuestra familia (por supuesto, su posición en la secuencia puede variar), desconocidos, rivales, y después a todos los seres humanos y todos los seres vivos en todas partes.
Una de las prácticas más populares y claves de la compasión es el tonglen, una palabra tibetana que significa “enviar y tomar”, o “dar y recibir”. Damos la felicidad y el bienestar y tomamos el sufrimiento sobre nosotros mismos. Mentalmente nos imaginamos el sufrimiento, el miedo, el aislamiento y el malestar experimentado por los demás (o por nosotros mismos) y lo inhalamos. Podemos imaginar que va destruyendo nuestro mimo por nosotros mismos. A medida que exhalamos imaginamos que le damos a la persona nuestra felicidad y bienestar: todo lo que ellos pueden necesitar.
Muchas personas han encontrado esta práctica de gran ayuda cuando enferman o cuando alguien cercano se está muriendo. Es una práctica que también es muy útil para sanar las relaciones o para sanar las cosas que salieron mal en el pasado. Se puede utilizar en la vida cotidiana en las circunstancias más corrientes, cuando estamos esperando en una fila o esperando en un atasco de tráfico, por ejemplo.
Por supuesto, al tomar el sufrimiento y dar la felicidad, estamos desbaratando la mecánica de nuestros patrones habituales de comportamiento. Y así, cualquiera que sea su efecto en los demás, una cosa que es cierta es que el tonglen disminuye nuestra actitud de egocentrismo y aumenta nuestra capacidad para cuidar a los demás.
Con este tipo de compasión buscamos ponernos totalmente en el lugar del otro, hasta el punto en el que podemos intercambiar nuestra felicidad por su sufrimiento. Y cada vez que nos pasa algo indeseable o doloroso, sentimientos difíciles por ejemplo, los inhalamos y despertamos una compasión sincera por los incontables seres que ahora están experimentando miedo, aislamiento o dolor como el nuestro, deseando que sean libres de todo ello. Ya estamos sufriendo, así que generamos un firme deseo de nosotros asumir todos sus sufrimientos, y que todos ellos puedan ser liberados de ello y puedan encontrar la felicidad.
Todas estas prácticas se pueden hacer como un entrenamiento formal, o informalmente en cualquier momento de nuestra vida cotidiana. Esto se debe a que:
La compasión no es algo que hace el otro.
Tampoco es telescópico, tiene que practicarse en casa y en la calle, tanto como podamos.
Tenemos que hacer que todo esto sea lo más real posible, aceptando exactamente dónde estamos y sin tener falsas expectativas de hacerlo perfecto.
La compasión significa examinar siempre nuestra mente, y elegir actuar con generosidad, autocontrol, paciencia, atención y consideración profundos.
básicamente la compasión significa dejar de querer que todo salga a nuestro favor, soltar la tendencia que tenemos de corroborar nuestra identidad todo el tiempo, soltar el hacer de nosotros mismos la persona más importante del mundo.
Cualesquiera que sean nuestros fallos o defectos, todos tenemos la capacidad para despertarnos y ser los autores de la evolución, en nosotros mismos primero, y luego en el mundo que nos rodea. Está en nosotros. Uno a uno, podemos hacerlo.
Alguien dijo una vez que la compasión es un recurso natural, una energía a la par con el viento, el agua, el petróleo, la energía solar o la energía nuclear. Es por esto que es tan inspirador ver a grupos como el “Charter for Compassion”, CCare y Action for Happiness, enfocando nuestra atención sobre la compasión, ver a los científicos que la investigan, y por no hablar de las innumerables personas que la encarnan.
El Dalai Lama habló sobre este recurso natural cuando recibió el Premio Templeton 2012 en Londres:
“Tenemos que compartir esto con más y más personas. Si mil personas pueden hacer el esfuerzo, se puede multiplicar a diez mil, cien mil. Esa es la forma de evolucionar la mente humana “.
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